REPORTAJE

¿A quién le importa el Chagas? 10.000 muertes al año

Laura Galaup

Aunque durante la última década ha aumentado la financiación para desarrollar fármacos para afecciones desatendidas, el incremento está vinculado a proyectos sin ánimo de lucro

“Lo mejor que le pasó al VIH fue salir de África”, asegura José A. Pérez Molina, médico de la unidad de medicina tropical del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. “Cuando llegó a Occidente recibió cantidades ingentes de dinero”, añade. Este profesional sanitario asegura que cuando hay “voluntad y dinero” se encuentra solución a muchas enfermedades.

Bajo el mismo espíritu, surgieron a principios del año 2000 grupos de trabajo para desarrollar sin ánimo de lucro tratamientos contra enfermedades olvidadas y evitar así, casos como el del ébola, en el que países en vías de desarrollo volvieron a ser relegados hasta que el virus no afectó a occidentales.

La organización más conocida es el DNDi (Drugs for Neglected Diseases Initiative), impulsada por instituciones públicas y privadas, como Médicos Sin Fronteras, el Instituto Pasteur o el Programa Especial para la Investigación de Enfermedades Tropicales de la OMS; este proyecto está dedicado a la investigación y el desarrollo (I+D) de tratamientos seguros, eficaces y asequibles para las enfermedades olvidadas que afectan a millones de personas entre las más pobres del mundo.

Este modelo nació como alternativa al de las compañías farmacéuticas, que centran su investigación en la rentabilidad del mercado. “¿Quién va a comprar un tratamiento contra el Chagas a 80.000 dólares?”, se pregunta de forma retórica Irene Bernal, coordinadora de políticas de No es Sano, esta plataforma reclama que la salud pública global no depende del Producto Interior Bruto del país de los afectados. “Nadie”, se responde Bernal en alusión a la afección originaria de América Latina, causada por un parásito y que provoca alrededor de 10.000 muertes cada año.

Desde la Campaña de Acceso a medicamentos de MSF, Julien Potet aporta otro caso localizado en África, el tratamiento contra la leishmaniasis visceral. “Es un tratamiento muy largo, 17 días con dolorosas inyecciones. No está adaptado para la población, viven de forma casi nómada, en zonas muy remotas. Necesitamos un tratamiento más corto y menos tóxico”, responde. Esta es una de las enfermedades tropicales desatendidas reconocidas por la OMS, junto al dengue, la rabia, el tracoma, la úlcera de Buruli, pian, la lepra, la enfermedad de Chagas, la enfermedad del sueño o la cisticercosis. En total son 18 y afectan a cerca de 1000 millones de personas.

“Cuando las enfermedades afectan a países con pocos recursos, las farmacéuticas no tienen interés en desarrollar medicamentos porque no son rentables. No consiguen beneficios por investigar, ni por un tratamiento que se consume en pocos días y cura”, asevera Pérez Molina. A pesar de trabajar en Madrid, este especialista hace frente diariamente a las consecuencias de esta actitud de los laboratorios, ya que en España reside una numerosa cantidad de afectados por la enfermedad de Chagas.

“El hecho de que no haya investigación hace que tengamos que utilizar medicamentos de baja eficacia, actúan bien si el paciente se acaba de infectar. Pero si ya llevan tiempo contagiado, son poco eficaces”, responde. Según asevera, desde la década de las 70 no se ha desarrollado ningún nuevo medicamento para tratar a los ocho millones de personas infectadas. Actualmente, solo cuentan con dos disponibles, que provocan problemas de tolerancia. Para combatir estas adversidades, el DNDi está investigando con el objetivo de obtener un tratamiento oral efectivo y más seguro para el tratamiento de la forma crónica de la enfermedad.

18 enfermedades tropicales desatendidas afectan a cerca de 100 millones de personas

Según datos facilitados por Médicos Sin Fronteras, en el año 2011 solo el 1,4% de todos los ensayos clínicos registrados se centraron en las enfermedades desatendidas.“Al final la industria investiga en lo que les genera beneficios a corto plazo. Por eso hay miles de tratamientos para el cáncer o muchísima medicación para la diabetes. Se investiga en lo crónico”, argumenta Bernal.

Actualmente, las compañías han conseguido encontrar un nuevo negocio, las enfermedades raras. No se habían centrado en ellas porque el beneficio era reducido, al tener un público objetivo pequeño. Sin embargo, con la introducción de incentivos por parte de la Unión Europea para potenciar la investigación y a costa de poner unos precios elevados, los márgenes de ganancia les han interesado.

“Pueden pedir 300.000 euros. Cada vez van más hacia un modelo así, intentar maximizar los beneficios, cargando altos precios y obteniendo subsidios muy cuantiosos del sector público. Así minimizan los riesgos”, incide Vanessa López, directora de Salud por Derecho.

Durante la primera década del 2000 la financiación para el I+D de las enfermedades olvidadas ha ido aumentando, pasando de 100 millones de dólares en 2001 a 3.000 millones once años después. MSF analizó esta información en un informe en el que estudiaba las innovaciones médicas para los pacientes olvidados. En él, publicado en 2012, también llegaban a la conclusión de que solo el 4% de medicamentos aprobados en esa década estaban prescritos para el tipo de afecciones evaluadas. La cantidad disminuía aún más si el foco se centraba en fármacos que tuviesen una composición química totalmente novedosa, 1,2%. Solo cuatro de los 336 innovadores, tres se centraron en la malaria y el cuarto en enfermedades diarreicas.

Javier Díaz Nido, profesional del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, no considera que el conflicto lo provoque la investigación. Aunque sí que reconoce que hay más investigadores centrados “en los grandes temas” porque son los que les pueden permitir “fama y dinero”. También apunta a que si se encontrase un resultado prometedor para una enfermedad olvidada en algún centro dependiente de las administraciones, desarrollar ese medicamento sería muy difícil porque este proceso está “monopolizado” por las farmacéuticas.

Para combatir este comportamiento, apuesta por modelos financiados con fondos públicos. “Es una vía que se abrió muy tímidamente en el instituto Carlos III, se podían desarrollar ensayos clínicos independientes. Por ejemplo, aprovechaban con moléculas que ya no tenían patente, les pagaban el ensayo clínico y” si el resultado era positivo ya estaba desarrollado el medicamento”. Esa oportunidad desapareció tras los primeros recortes de la crisis.

Los expertos consultados apuestan por un modelo alternativo que se centre en las necesidades de la población, apartando criterios económicos o de localización. “Estaría bien que hubiera un desarrollo de medicamentos y ensayos clínicos financiados públicamente”, incide Díaz Nido. La eurodiputada socialista Soledada Cabezón, presentó en el Parlamento comunitario un informe sobre las opciones de la Unión para mejorar el acceso a los medicamentos, en él recogía una recomendación para que la Comisión y los Estados miembros apuesten por “una I+D orientada a las necesidades no satisfechas de los pacientes”, como, por ejemplo, “fomentando la responsabilidad social en el sector farmacéutico”.

Desde los años 70 no se ha desarrollado ningún medicamento nuevo para millones de afectados por el Chagas

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